domingo, 20 de enero de 2013

PARTE III. YATROGÉNESIS CULTURAL

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PARTE III. YATROGÉNESIS CULTURAL

INTRODUCCIÓN
Hemos visto hasta ahora dos formas en las que el predominio de la asistencia medicalizada a la salud se convierte en un obstáculo para la vida saludable: primero, la yatrogénesis clínica, que se produce cuando la capacidad orgánica para reacciones es sustituida por la administración heterónoma; y segundo, la yatrogénesis social, cuando el medio ambiente se ve privado de las condiciones que dan a individuos, familias y vecindarios el control sobre sus propios estados internos y sobre su ambiente. La yatrogénesis cultural representa una tercera dimensión de la negación médica de la salud. Se produce cuando la empresa médica mina en la gente la voluntad de sufrir la realidad.1 Es un síntoma de tal yatrogénesis el hecho de que el término "sufrimiento" se haya vuelto casi inútil para designar una repuesta humana realista porque evoca superstición, sadomasoquismo o la condescendencia del rico hacia la suerte del pobre. La medicina profesionalmente organizada ha llegado a funcionar como una empresa moral dominante que publicita la expansión industrial como una guerra contra todo sufrimiento. Por ello ha socavado la capacidad de los individuos para enfrentar su realidad, para expresar sus propios valores y para aceptar cosas inevitables y a menudo irremediables como el dolor y la invalidez, el envejecimiento y la muerte.

Gozar de buena salud no significa sólo enfrentar con éxito la realidad sino también disfrutar el éxito; significa ser capaz de sentirse vivo en el gozo y el dolor; significa amar la sobrevivencia pero también arriesgarla. La salud y el sufrimiento, como sensaciones experimentales, son fenómenos que distinguen a los hombres de las bestias.2 Sólo en las fábulas se dice que los leones sufren y sólo los falderos ameritan compasión cuando están mal de salud.3

La salud humana añade amplitud al desempeño instintivo.4 Es algo más que un patrón concreto de conducta en costumbres, usos, tradiciones o grupos de hábitos. Implica un desempeño de acuerdo a un conjunto de mecanismos de control: planes, recetas, reglas e instrucciones, todos los cuales gobiernan la conducta personal.5 Es gran medida la cultura y la salud coinciden. Cada cultura da forma a una Gestalt única de salud y a una configuración única de actitudes hacia el dolor, la enfermedad, la invalidez y la muerte, cada una de las cuales designa una clase de ese desempeño humano que tradicionalmente se ha llamado el arte de sufrir.6 La salud de cada persona es un desempeño responsable en un guión social.7 La manera en que se relaciona con la dulzura y la amargura de la realidad, y su forma de actuar hacia otros que ve sufriendo, debilitados o angustiados, determinan el sentimiento que cada hombre tiene de su propio cuerpo, y con él, de su salud. El sentido del cuerpo se experimenta como un don cultural siempre renovado.8 En Java la gente dice rotundamente: "Ser humano es ser javanés." De los niños pequeños, los palurdos, los simples, los locos y los inmorales descarados se dice que son ndurung djawa (todavía no javaneses). Un adulto "normal" capaz de actuar en función del sistema de etiqueta sumamente elaborado, poseedor de las delicadas percepciones estéticas asociadas con la música, la danza, el teatro y el diseño textil, y sensible a las sutiles sugerencias de lo divino que reside en la quietud de cada conciencia íntima de cada individuo, es ampun djawa (ya javanés). Ser humano no es solamente respirar, también es controlar la respiración por medio de técnicas semejantes al yoga, de manera que se oiga en la inhalación y la exhalación la voz literal de Dios pronunciando su propio nombre, hu Allah.9 La salud culturada está limitada por el estilo de cada sociedad en el arte, de vivir, celebrar, sufrir y morir.10

Todas las culturas tradicionales derivan su función higiénica de esta habilidad para equipar al individuo con los medios para hacerle el dolor tolerable, la enfermedad o la invalidez comprensible y la sombra de la muerte significativa. En tales culturas la asistencia a la salud es siempre un programa para comer,11 beber,12 trabajar,13 respirar,14, amar,15 hacer política,16 hacer ejercicio,17 cantar,18 soñar,19 guerrear y sufrir. La mayor parte de la curación consiste en una forma tradicional de consolar, asistir y reconfortar a la gente mientras cura, y casi todo el cuidado de enfermos es una forma de tolerancia que se extiende a los afligidos. Únicamente sobreviven aquellas culturas que aportan un código viable, adaptado a la configuración genética de un grupo, a su historia, a su ambiente, y a los retos peculiares representados por grupos de vecinos en competición.

La ideología promovida por la cosmopolita empresa médica contemporánea va en contra de estas funciones.20 Socava radicalmente la continuidad de viejos programas culturales e impide el surgimiento de otros nuevos que darían un patrón para la autoasistencia y el sufrimiento. En cualquier parte del mundo donde una cultura se medicaliza, el marco tradicional de los hábitos que pueden hacerse conscientes en la práctica personal de la virtud de la salud (hygieia) se ve progresivamente estorbado por un sistema mecánico, un código médico por medio del cual los individuos se someten a las instrucciones emanadas de custodios higiénicos.21 La medicalización constituye un prolífico programa burocrático basado en la negación del derecho de cada hombre a enfrentar el dolor, la enfermedad y la muerte.22 La empresa médica moderna representa un intento de hacer por la gente lo que anteriormente su herencia genética y cultural le permitía hacer por sí misma. La civilización médica está planeada y organizada para matar el dolor, eliminar la enfermedad y abolir la necesidad de un arte de sufrir y morir. Este allanamiento progresivo del desempeño personal y virtuoso constituye a una nueva meta que nunca antes había sido guía de la vida social. Sufrir, sanar y morir, actividades esencialmente intransitivas que la cultura enseñaba a cada hombre, son ahora reclamadas por la tecnocracia como nuevas zonas de creación de reglamentaciones y tratados como malfunciones de las que habría que librar institucionalmente a las poblaciones. Las metas de la civilización médica metropolitana se oponen así a cada uno de los programas culturales de salud que encuentran en el proceso de colonización progresiva.23